Estuvimos el domingo en el parque, un parque sencillo de barrio, con algunos juegos infantiles.
Ella, de 33 meses, empezó a subir contenta la escalerilla del deslizadero, agarrándose con propiedad e impulsándose un pie detrás de otro, una subida perfecta.
Yo me sentí celosa, descuidada, desplazada... ¿quién le enseñó a mi hija a subir a los deslizaderos? La última vez que fuimos, temía, gemía y al final con las piernas temblorosas subía y después de mucha indecisión se lanzaba.
Y cuántas cosas más sabe mi hija que no le he enseñado yo?
Muchas... ella aprende, es un ser en constante formación y aprendizaje... nos sorprende a cada rato con sus preguntas y respuestas, con sus silencios terminados con una frase ingeniosa.
Ella aprende de lo que enseño y de lo que callo pero no solo de mi, está como esponja absorbiendo a su alrededor, creciendo, más allá de mi control...
Y eso, es lindo, pero duele de una manera que no puedo definir.
martes, 2 de febrero de 2010
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