Mi familia no usa mucho el tacto como expresión de cariño. Realmente, se evita el roce y el contacto físico con el argumento de que eso es "melosería".
Por esto tenía mis reservas a la hora de cumplir con lo que dicen todos los libros: la importancia de los masajes a los bebés, sumado a que el clima de Bogotá hace que uno a los bebés los bañe rápido y les vuelva a poner su ropita. Incluso, se asolean con ropa a través de una ventana.
Sin embargo, encontré una guía para masajes en mi maravillosa enciclopedia sobre estimulación temprana y decidí seguirla.
Empecé a tocar el cuerpo de Isabela de otra manera a la de siempre, con mucho respeto y con mucho cariño. A medida que iba masajeando suavemente sus músculos, era conciente del milagro que toda esa perfección se había formado en mi vientre y ahora crece de manera independiente.
Fue una experiencia casi espiritual, sentir la reverencia ante algo tan sencillo y maravilloso como un cuerpo de bebé, suave, tierno, que día a día se afirma y desarrolla.
Me sentí tan afortunada de poder estar con ella de esa manera, activando su circulación, dándole cariño a través de las caricias y entendí que sí, que los masajes son buenos para los bebés, y para las mamás también.
martes, 11 de septiembre de 2007
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