viernes, 8 de agosto de 2008

Atravesando el cerebro

Con la experiencia de ser mujer durante toda mi vida y el compartir en amistad y consanguinidad con tantas otras mujeres, he aprendido algunas cosas sobre nosotras, y es que tenemos un camino corto entre el corazón y la boca.

Con una sonrisa bonita y un gesto muy amable, me ha dicho que quiere salir conmigo, que me invita a una cerveza, que hablemos. Y yo, siento que en una cerveza y una charla informal no hay nada de "malo". Pero sé que la cola del diablo es chiquita y cabe por cualquier rincón. Y yo, con una sonrisa y un gesto muy amable, le digo que estoy ocupada por estos días, y por los siguientes también.

Creo que la maternidad me ha atravesado el cerebro entre el corazón y la boca; yo en verdad quisiera y necesito ese ratito de esparcimiento e informalidad, un chiste, la risa y algo de picardía para sonrojar, una invitación sin trascendencia para desconectarse del gris cotidiano; pero sé que no será.

Tiene a alguien en casa que cuida sus hijos y vive su sueño y realidad de un hogar. Si mi hogar de dos es difícil de equilibrar, no puedo imaginarme lo que es, en el rol de una mujer, equilibrar un hogar de cuatro. Y yo, prefiero atravesar el cerebro y la razón y decirle que no, no seré yo quien me atraviese por allí, ni por un momento.

La sociedad ligera dicta que mientras no haya cama, no hay infidelidad. Mi lúcida conciencia de mamá me dice que a otra mamá no se le pide prestado el esposo ni para tomarse un café. Que las cosas no se miden como malo o bueno, que eso sería demasiado simple.

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