Establecer metas y prioridades ha sido uno de los aprendizajes difíciles para mí. Sin embargo, ser mamá ha ayudado en ese proceso, pues hay cosas inaplazables y otras en forma de sueños que se convierten en proyectos y metas. Y vienen solos, sin mucho esfuerzo.
Recientemente he aprendido que además de las situaciones de la vida, lo que también forma el carácter de una persona es la INTEPRETACIÓN que hace de sus propias vivencias y de su interacción con los demás, sean sus papás, sus amigos, etc.
Una de las prioridades que más fuerza tiene en mi método de crianza (si es que tal cosa existe) es que Isabella sea una niña que se siente amada. Que sepa reconocer el amor que hay hacia ella, a su alrededor.
Sin embargo, me hacían entender también, que para que mi hija pueda tener una afectividad más sólida que la mía, no basta sentirse amada, porque aunque es cierto que esto ayudará muchísimo a interpretar mejor el amor que reciba, es posible que haya ocasiones en las que realmente se encontrará con esa realidad del no-amor y esas también hay que aprenderlas a manejar, sin fragilidad, sin derrumbarse.
Entonces, qué puedo decir, estoy pensando en esto, extrañando el "manual de instrucciones para padres y madres" que no existe y cómo "el destino no es sin un poco de ironía" que la sobreprotección se inmiscuye aunque la intención sea buena y bonita, como la de aprender tempranamente a decir y a recibir un afectuoso "te quiero".
Sobreprotección encubierta en el afecto, en-cubierta porque está a la vista de quién sabe de estas cosas mejor que yo. Y lo bueno es que los que saben un poquito más están dispuestos a compartir su sabiduría.
lunes, 27 de julio de 2009
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2 comentarios:
Yo no tengo ningún reato de conciencia en reconcer que aveces malcrío a mi hija: el afecto con A mayúscula, nunca indigesta y para el camino en donde tantas veces encontrará desamor, pues que tenga en su morral de donde echar mano para provisiones.
Yo no tengo ningún reato de conciencia en reconcer que aveces malcrío a mi hija: el afecto con A mayúscula, nunca indigesta y para el camino en donde tantas veces encontrará desamor, pues que tenga en su morral de donde echar mano para provisiones.
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