Mi hija me dice medio dormida "chi-chí" y yo la levantó de su cuna y la llevó al baño.
Tiene unas piernas largas que ya me obstaculizan el paso, aunque los niños aprenden rápido y cómodamente a ir cargados...
Yo pienso en esas piernas largas, en mi hija creciendo. En la bebé que ya no es.
Ya no están los pañales ni los teteros. Le regalé hace un poco un oso de peluche como premio por dejar definitivamente el tetero.
Cambian las tallas, cambia el ambiente en la casa. Isabella en general es tranquila, alborota y hace ruido pero menos que otros niños que conozco. Yo la miro sin que me vea, mientras baila frente al espejo.
Escucho sus frases bien compuestas y las respuestas de ser pensante. Su padrino dice que le parece muy inteligente y aventajada para su edad y yo por lo que escucho de otras mamás creo que esta generación ha llegado así, rápida y desafiante.
Es distinto tener un bebé a tener una hija. Ahora lo voy aprendiendo. Ella requiere de mis cuidados, pero ya no es de vida o muerte; ahora es de opciones, de educación, de compañía y de alguien que cuenta conmigo y me espera con cariño. De alguien que me admira y confía en mí.
Nadie me había dado tanto en la vida. Nadie humano.
Y nadie había exigido y necesitado tanto de mí en la vida.
jueves, 17 de septiembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario