lunes, 15 de marzo de 2010

Como una grande

A veces olvido que ella es una niña, una niña pequeña tierna y nueva, quizás sea porque habla como una grande, porque argumenta y discute; porque pregunta con lógica y recuerda con bastante tiempo atrás.

A veces olvido que ella necesita NECESITA realmente de mí. De mi mirada, de mi contacto, de mis palabras, de mi educación, de mis acciones, de mis decisiones.

Y ya está grande, tiene casi tres años, vamos a mitad de camino de la época más importante de su vida en lo que se refiere a desarrollo cerebral, según las teorías más modernas.

Y yo qué he hecho?

Es la cosa pegajosa de la culpa materna.

Pero también saber que no he estado 100% para ella, que en ese intento de ser 200% o 300% o 400% y dar a cada cosa el 100%... el único ser vivo afectado es ella, que aún no entiende porque miro al computador y no la miro a ella, porque no es tan importante para mí que sus muñecas tienen hambre o tienen sueño...

Y estoy nuevamente rezongando cansada y decepcionada.

Pero no de ella... ella es quizás mi pendiente más importante. Ay Isabella mía... adónde fuiste a dar? En esta vida mía que no ha dejado la estrechez de corazón.

A estas almohadas saladas, a estas cuevas donde me escondo a remasticar mis pensamientos al mismo tiempo que trato de huir de mi cárcel sin barrotes...

Y tú, pequeña niña, pidiendome que salga de mí y sea sólo para ti.

Y yo, aunque me quedé a su lado todo el fin de semana, siento que no estuve.

Dulce y tierna niña. Esto es lo que yo soy y he cambiado muchísimo por ti pero aún no llego, no llego al sueño mío de la mamá que me gustaría ser para ti.

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