A veces olvido que ella es una niña, una niña pequeña tierna y nueva, quizás sea porque habla como una grande, porque argumenta y discute; porque pregunta con lógica y recuerda con bastante tiempo atrás.
A veces olvido que ella necesita NECESITA realmente de mí. De mi mirada, de mi contacto, de mis palabras, de mi educación, de mis acciones, de mis decisiones.
Y ya está grande, tiene casi tres años, vamos a mitad de camino de la época más importante de su vida en lo que se refiere a desarrollo cerebral, según las teorías más modernas.
Y yo qué he hecho?
Es la cosa pegajosa de la culpa materna.
Pero también saber que no he estado 100% para ella, que en ese intento de ser 200% o 300% o 400% y dar a cada cosa el 100%... el único ser vivo afectado es ella, que aún no entiende porque miro al computador y no la miro a ella, porque no es tan importante para mí que sus muñecas tienen hambre o tienen sueño...
Y estoy nuevamente rezongando cansada y decepcionada.
Pero no de ella... ella es quizás mi pendiente más importante. Ay Isabella mía... adónde fuiste a dar? En esta vida mía que no ha dejado la estrechez de corazón.
A estas almohadas saladas, a estas cuevas donde me escondo a remasticar mis pensamientos al mismo tiempo que trato de huir de mi cárcel sin barrotes...
Y tú, pequeña niña, pidiendome que salga de mí y sea sólo para ti.
Y yo, aunque me quedé a su lado todo el fin de semana, siento que no estuve.
Dulce y tierna niña. Esto es lo que yo soy y he cambiado muchísimo por ti pero aún no llego, no llego al sueño mío de la mamá que me gustaría ser para ti.
lunes, 15 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario