
La fuerza emotiva y mística que hay en un Santuario es sobrecogedora.
Hace unos años, tuve el regalo de estar en Chiquinquirá, en el Santuario, frente a la Pintura. (Después me contaron que mi abuela paterna Leonor, quien murió muchos años antes de que yo naciera, hacía peregrinaciones a pie desde Vélez a Chiquinquirá, así que por primera vez, nos unimos en la oración.)
En ese entonces mi presente era muy diferente al de ahora. Mis prioridades y mis angustias también, sin embargo, yo tenía una sola cosa en el corazón cuando estaba frente a Ella:
Hijos. Yo le pedí protección para un hogar que me esperaba en el futuro, sabiendo que la razón de ser de creer en la Divinidad es confiar en Alguien a quien no le ata el tiempo ni el espacio.
Ahora lo tengo. Este día de María de Chiquinquirá es más especial para mí.
Somos Isabella y yo, aprendiendo y construyendo nuestro hogar y nuestras vidas juntas. Y ahí está ella, la Mamá del cielo, cuidándonos.
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