Algún día de la semana pasada, me sorprendí cuando en la mañana iba a hacer la respectiva provisión de leche a Isabela y me encontré la "bodega" a medio llenar.
Tuve que levantarme a prepararle un tetero, con nostalgia. Ya casi pasan de nosotras los tiempos de la lactancia. De la hermosa y bendita lactancia materna.
A algunas les parece incómoda, comprometedora, absorbente y quizás tengan razón pero es una de las misiones más bonitas de toda la maternidad.
Es algo distinto a todo, nos reduce al estado mamífero, somos hembras paridas dandole leche a una cría, nada más... Pero el nivel de conciencia y de amor con que lo he vivido, me ha hecho sentir muy feliz y muy especial cada vez que veo a Isabela pedir y reclamar, abrir la boca y con maestría succionar toda su leche.
Al principio fue difícil, tenía pezón plano aunque en el control prenatal siempre me decían que no, que estaba bien, pero cuando la bebé quiso chupar, no encontró la manera. Ya me había resignado a darle tetero a la bebé aunque tenía los senos a reventar de leche, cuando Aleyda, la buena mujer que me cuidó la dieta, me aplicó un arcaico pero efectivo remedio: sacar los pezones por medio de succión con una botella calentada al baño María.
Doloroso, pero fabuloso, porque al final de ese quinto día de Isabela, ya la niña por primera vez pudo alimentarse. Regalamos a otro bebé el tarro de leche recién comprado y empecé juiciosa a cuidar la leche.
Hay que seguir comiendo las cositas que engordan, en mi caso, eso de que amamantar ayuda a disminuir los kilitos de más no ha sido muy claro, todavía andan conmigo... pero mi dieta fue abundante en la aguadepanela aunque en la clínica me dijeron que no, es buenísima para hacer salir leche a chorros, el hinojo, la malta, las coladas... y todo tipo de líquido, al ambiente, nada frío y la consiguiente ida al baño constante.
Las noches eran de desvelo, durante casi dos meses, no pude dormir más de dos horas seguidas pendiente de alimentar la bebé y de todas maneras el aprendizaje era mutuo y a veces no conseguía que Isabela se prendiera adecuadamente...
Cuántos recuerdos y qué tan fácil va uno viviendo estas cosas tan difíciles. Los manchones en la ropa, las cocas plásticas que se llenaban y se regaban... empezar a congelar la leche en bolsitas resellables dos semanas antes de empezar a trabajar y en la oficina, al medio día, chuik chuik con el extractor de leche, marca Avent, que una de las primeras amigas de Isabela, Zulma, nos regaló. Las primera vergüenzas al amamantar en público, después se vuelve una hasta conchuda y el lema es "pues no miren que el bebé tiene hambre está primero que los demás".
Y para qué digo que no, si le cogí el gusto a tener los pechos duros, llenos, y hasta me gusta el dolorcito de cuando ya no pueden más y empiezan a escurrir, pienso en la bebé, el gusto que le da y lo satisfecha que queda, alimento de lujo que con ninguna leche de tarrito se puede comparar.
Ya casi quedan atrás estos tiempos de correr a casa después de la oficina, donde sé que mi inteligente hija ya ha calculado el tiempo y no recibe más tetero hasta que yo llegue.
Ya casi se me acaba la excusa para no tomar con los amigos "es que no quiero darle alcohol a la niña".
Tuve lactancia exclusiva hasta los cuatro meses y luego alternada con el tetero pero ahora sigo insistiendo, y me las he arreglado para estar lista en las mañanas cuando Isabela con sus manitos empieza a tocarme la blusa, ella ya sabe donde está la leche... ya sabe muchas cosas.
martes, 23 de octubre de 2007
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