martes, 8 de junio de 2010

Un puente para Isabella


En la mañana de martes, a la hora de salir de la casa, empezó a llorar.

La disculpa fue que no le dejara llevar un cuento, pero yo entendía sus razones, no quería que se fuera su mamá. Habíamos pasado juntas todo el fin de semana.

El sábado la llevé en la mañana a su exámen de sangre. Se portó valiente y juiciosa, como le habíamos enseñado, respiró y me miró. No lloró, sólo se quejaba y luego pidió el papelito, o sea la curita o vendita y se quedó contenta cuando la enfermera le dibujó una carita feliz.

En la noche fuimos a un cumpleaños en casa de una amiga. Fue divertido, ella saltó y jugó, bailamos y lloró cuando me vio bailar con un amigo.

El domingo estuvimos en casa todo el dia, ella jugó con una visita y durmio toda la tarde... luego vio peliculas en el dvd y luego otra vez dormir.

El lunes fuimos al Jardín Botánico y al Parque de los Deseos. Ella jugando con un vasito de arena, venia donde mi corriendo con la respiracion agitada "mami, como estoy pasando de dicooooo" y me daba besitos.

Y pues claro... a la hora de despedirse, duele. A mi tambien, mi pequeña Naunet.

1 comentario:

Saulo Medina dijo...

El tiempo que se pasa con los hijos es irremplazable y es como un eterno presente: uno no se cansa de verlos, de disfrutarlos. La vida es maravillosa